*Cuenta
Sebastián*
¿Me estaba
hablando enserio? La miré bien a los ojos para asegurarme que sea cierto, pensé
que temblaría y solo me rechazaría por tanto daño que le hice, porque era lo
lógico y era lo que esperaba; pero este amor es tan puro y especial de su mano
y eso lo entendí cuando me asintió acercándose a mí con una mirada necesitada.
Ruborizada me buscaba con su boca pidiéndome que la amara con tanto deseo, en
su mirada me decía todo! Jamás en mi vida había cerrado los ojos para dar un
beso, ni siquiera con Esperanza que fue a la mujer que, antes de Carina, decía
amar con locura. Realmente me estoy dando cuenta que eso no era más que una
cuestión de necesidad y atracción sin sentido comparado con el fuego que me
quema al sentir los dulces labios de mi Reina. Pase suavemente mi mano por su
entrepierna levantando su delicado camisón y sentí como me empezaba a responder
erizando su piel. Muchísimas cosas me removían el estómago y el pecho con
sentimientos que en un momento ya no podía controlar, esa mujer se había ganado
todos mis sentidos y esta noche le mostraría cuanto amor le tengo, la voy a
hacer sentir esa Reina que es. Porque ella no es solo Reina de Ferris… Ella es
especial al solo hecho de ser la Reina de mi Corazón.
*Cuenta
Carina*
Estaba sintiendo
cada uno de sus besos y caricias a flor de piel, el Rey de Ferris me estaba
haciendo suya, pero esta vez era con amor... ¿Quién se lo imaginaría? ¡Yo!
Jamás perdí la fé y sabía que todo mal que me hizo fue realmente con pura y
mala información que lo mató en ira, pero eso ya no me importaba.
Sentía como
me entregaba a él como un regalo con lazos de raso, estaba ahí para él, como si
nada hubiese pasado. Mi boca, mi piel, mi cuerpo respondían como si estuviese
informadísima de cómo hacer el amor, pero no, era solo improvisar, en sí era:
Dejarse llevar… Estaba dejándome llevar por el hombre que inconscientemente me
eligió y ahora más que nunca le iba a hacer notar eso que es más que claro, mi
cuerpo, mi corazón y mi alma le pertenecían.
Iba
viajando con sus manos por mi cuerpo con tal delicadeza que ahí fue en el
momento que conocí a mi esposo. Mi esposo es un hombre dulce y pasional que
cuando entrega el corazón lo hace sin límites y por eso nos amamos! Fue el
destino que nos deparó juntos, toda una vida entera.
Acorraló
sus manos en mi cintura y poco a poco me ponía debajo de él mientras que,
notándolo, lo hacía con todo amor y suave dulzura. Finalmente lo tenía encima
mientras me besaba el cuello y mordía mi oreja mientras le regalaba mis ruidos
o “gemidos”, que me salían naturalmente y, por lo que sentía, más lo animaban.
De a poco nos fuimos despojando de nuestras prendas, esas que cubrían nuestros
cuerpos y él encontró la única marca que tenía de esa primera noche, la que más
costó en reponerse, aún ese moretón estaba verde de la mordida, pero el posó
sus labios sobre él, dió un beso en mi hombro que era en donde se ubicaba la
lastimadura y sentí como una caricia.
-Perdoname,
no hay día que no me castigue por haberte lastimado tanto…- Bajó su mirada y sus lágrimas brotaban igual
a las mías mientras yo le negaba para decirle con una caricia en su mejilla.
-Tranquilo
mi Rey, te entiendo, te perdono y te amo, ya no hay de que preocuparse ¿sí?- Le
dije dejando salir una de mis sonrisas sin querer.
-Sí, si mi
amor si- Me siguió besando, pero esta vez fue necesitado. Seguía con esa
tontería de querer ganarse mi perdón, mi perdón no se lo gana porque siempre lo
tuvo, mis miedos no me dejaban avanzar, pero… ¡Pude! Y aquí estoy, amándolo,
con locura, sintiendo como deja cada beso que sellaba en mi piel, estaba
amándome y eso me emocionaba al punto en el que mis lágrimas de felicidad caían
sobre mis labios y recorrían mi rostro sintiendo como entera me recorría con
sus dulces besos haciéndome olvidar hasta de mi mismísimo nombre.
*Cuenta
Sebastián*
Estaba
allí, entregadísimo a mi esposa, a mi mujer, a mí Reina, tenía que hacerla mía,
era mi necesidad, porque si ella quisiera pensar en escapar -que al sentir sus
besos es cosa que no creo- lo pensaría y dejaría todo en manos de sus
sentimientos.
Mis manos
no me respondían, estaba dejándome llevar, como si no tuviese ni idea de que
hacer, como si nunca hubiese participado en una relación sexual, estaba
perdido, estaba como embriagado con su aroma y estaba desecho sobre sus labios.
Todos estos sentimientos me hacían razonar a que yo JAMÁS había hecho el amor a
una mujer, porque nunca amé a una mujer con tanta pasión y fuego, mi lujuria me
estaba invadiendo y yo ya no respondía de mis movimientos solo hacía lo que
sentía, esa mujer tenía mi alma en sus manos y olvidando los protocolos y el
machismo, le daría el reino y si fuera por mi hasta la mismísima Galaxia solo
para ella. Paré con mis manos luego de sentir su respiración en mi cuello, y la
tomé del rostro para que me mirara.
-¿Estás
segura mi Reina que queres?- Mientras las seguía besando por su cuello. Ella
elevó la mirada y tomando mi rostro en sus manos terminó.
-Por
supuesto que estoy segura, junto a usted siempre estaré segura de cada decisión
que tome-
La vi tan
segura, tan firme con sus decisiones, estaba creciendo mi Reina, estaba pasando
a ser esa mujer que reinaría a mi lado y que me haría el hombre más feliz del
mundo. Sus ojos volvieron a brillar y su sonrisa era de sinceridad y verdadera;
eso la hacía más hermosa aún. Había recuperado su confianza y más que eso,
ambos ganamos amor. Eso es lo que quería, que sus hermosos ojos castaños me
respondieran con ese destello que los caracterizaban de entre todos. Le sonreí
y ambos acariciamos las narices, ella acarició mi espalda con timidez y yo paré
con todo para detenerme un segundo a observarla. Carina me observó muy
sonrojada y le dije en su oído para calmar sus miedos e inquietudes.
-Sos
hermosa Mi Reina, Te amo♥- Ella me sonrió muy emocionada.
-Yo tambien
Te Amo Mi Rey♥- Me sonrió iluminándome el alma con su bellísima sonrisa y me siguió
besando.
Fue en ese
momento en el que me posicioné sobre ella e ingresé suave y delicadamente
tratando de no lastimar a mi Joya más valiosa. Sentí como su cara hiso varias
muecas en desagrado apretando mi espalda y al instante salí de ella no muy
agradado, pero ella me dijo.
-No, no te
detengas, seguí estoy bien lo juro- Me miró con ese destello en el que yo jamás
podría negarme a nada para ella.
Le asentí y
con culpa ingresé en ella una vez más, pero esta vez traté de hacerlo más suave
aún y de apoco iba acelerando los movimientos, ya sus caras habían cambiado y
sentía que lo estaba disfrutando, sus muecas de placer me volvían loco. Cuando
aceleré aún más me sorprendió sentir que me apretó para que llegara más
profundo de ella y sentí como terminábamos para llegar al orgasmo con fuertes
gritos de éxito. Salí de ella con cuidado y solo la apoyé sobre mi pecho
mientras acariciaba su rostro y sentía como nuestros cuerpos sudorosos estaban
pegados uno con el otro mientras sentía que me abrazaba fuerte.
*Cuenta
Carina*
…
Continuará …
Rocio y Belen
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